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Published By:El Diario NY

Detener los préstamos de día de pago es apenas el inicio

En los últimos años, se han incrementado las críticas contra los préstamos de día de pago por explotar a los prestatarios de bajos ingresos y atraparlos en un ciclo de endeudamiento. El problema ha alcanzado tal magnitud, que este verano, la Oficina de Protección Financiera del Consumidor  (Consumer Financial Protection Bureau o CFPB) propuso nuevas normas para acabar con las prácticas más abusivas en este sector.


Sin embargo, los prestamistas de día de pago no son los únicos que lucran con las dificultades de las comunidades de bajos ingresos al otorgarles préstamos engañosos que a menudo hacen que la gente termine con deudas abrumadoras. De hecho, esas prácticas orientadas a grupos de bajos ingresos se han vuelto comunes en muchos sectores económicos, desde préstamos hipotecarios hasta financiamiento para estudios universitarios.


Durante décadas, prácticas discriminatorias en ciertos vecindarios les negaron a las personas de color acceso a préstamos hipotecarios, cuentas de banco y otros servicios importantes. Hoy en día, se hace lo mismo con esquemas engañosos de préstamo que les niegan a mujeres negras y latinas la oportunidad de una vida mejor.


Un informe reciente subraya el impacto que dichas prácticas han tenido en las mujeres de color. Entre otros datos alarmantes, el informe indica que 6 de cada 10 clientes de préstamos de día de pago son mujeres, que la probabilidad de que las mujeres de raza negra reciban un préstamo con tasa no preferencial es 256% más alta que la de hombres blancos de las mismas características y que las mujeres de color terminan pagando deudas estudiantiles durante mucho más tiempo que los hombres. El estudio, encargado por la Alliance of Californians for Community Empowerment, New Jersey Communities United e Isaiah, un grupo religioso en Minnesota, también prueba que las prácticas agresivas en préstamos, desde aquellos contra el cheque de pago hasta hipotecas con tasas altas, han aumentado considerablemente en años recientes. Muchos estudios han demostrado que se manipula a prestatarios con una buena historia crediticia, particularmente mujeres negras y latinas, para que saquen préstamos con intereses altos incluso cuando reúnen los requisitos para  tasas más bajas.


Las mujeres de color son vulnerables a prestamistas de dudosa reputación debido a que el racismo y sexismo del sistema de por sí pone a muchas mujeres en una posición económica precaria. Cada vez más, se ha empujado a las mujeres a aceptar trabajos con poco control y paga. En la fuerza laboral con sueldos bajos predomina la mujer, y la brecha salarial entre los sexos afecta mucho más a las mujeres de color. En el año 2014, las mujeres de raza negra ganaban 63% de los ingresos de hombres blancos, y las latinas, 54%. Muchas mujeres de color, estancadas en empleos con poca paga, horarios imprevisibles y pocas oportunidades de superarse, se ven forzadas a sacar préstamos simplemente para subsistir o tratar de mejorar su desesperada situación.


Durante demasiado tiempo, se ha permitido que proliferen los préstamos usurarios y otras prácticas empresariales que les niegan oportunidades a comunidades y explotan a los más vulnerables en términos económicos. El mes pasado, la Consumer Financial Protection Bureau comenzó a tomar medidas contra los préstamos de día de pago o garantizados con títulos de propiedad de autos, pero es necesario hacer más. Las entidades normativas deben asegurarse de que todos los préstamos tomen en cuenta la capacidad del prestatario de pagar la deuda y de que los prestamistas no vayan en pos de los menos protegidos desproporcionadamente y traten de lucrar con ellos.


Las normas para préstamos de día de pago del mes pasado muestran claramente un ímpetu en combatir los préstamos cada vez más abusivos de los banqueros. Estas normas son un paso en la dirección correcta, pero no van suficientemente lejos. Estamos avanzando, pero queda mucho por hacer para asegurar que no se explote a las mujeres negras y latinas con esta versión de discriminación del siglo XXI.


Por Marbre Stahly-Butts


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